Trivium y Quadrivium

Para los que creen que semántica y sintáctica son apodos de chica y que los porcentajes pueden sumarse.


Hace unos días, utilizando las herramientas de estadísticas de Google para ver la procedencia de mis lectores más recientes, aterricé en varios blogs cuyas referencias me niego a poner, por respeto a cualquiera cuyo nivel de comprensión lectora sea el de 4º de la ESO, y cuyos contenidos hubieran hecho revolverse en su tumba no digamos ya a Aristóteles sino al más modesto maestro de lógica elemental.

En esos blogs diversos seudoexpertos en todo han dedicado mucho tiempo, y escasa inteligencia, a insultarme o a denostar mi capacidad profesional, sin que ni uno sólo de ellos haya tratado de contraargumentar la tesis que yo he expuesto. 

Yo he defendido en varias entradas de este blog que es decisión única y exclusiva del desarrollador elegir qué hacer con el resultado de su trabajo: venderlo, regalarlo, compartirlo, alquilarlo.... Y que no existe ninguna razón de índole moral por la que una de esas alternativas sea superior a la otra. Y que nadie puede forzar al autor a elegir una de ellas, del mismo modo que nadie puede obligar al usuario/consumidor a elegir ese producto.  

No voy a abundar en esta entrada sobre ese tema, acerca del que ya he escrito todo lo que me interesaba decir.  Voy a hablar de lo que la lectura de esos blogs me ha permitido comprobar acerca de los autores de las diversas entradas.

Ni uno sólo de esos sesudos expertos (en internet, en derecho, en propiedad intelectual, en desarrollo de software, en patentes, en inglés.. ¡se me olvidaba, en inglés no, una vez que la entrada correspondiente la redacté en inglés ya no hubo comentarios!) ha sido capaz de componer un razonamiento lógico -es decir con argumentos racionalmente estructurados- para defender que eso no es, o no debe de ser, así.

Ni a uno sólo de ellos le ha parecido importante ni pertinente desarrollar una tesis según la cual o bien los desarrolladores no tendrían ese derecho (¿por qué?), o bien existirían razones morales por las que una forma de proceder es mejor que la otra o habría circunstancias (¿cuáles?) en las que determinados entes (¿quiénes?) podrían imponer esas obligaciones, sea al desarrollador sea al usuario.

Todos han preferido afirmar que estoy en contra del software libre, cuando no a sueldo de las organizaciones de derechos de autor y, por supuesto, que soy una ignorante. Claro, es más fácil y no hace falta pensar, se tira de cuatro tópicos y ancha es Castilla.

Al principio creí que era mala fe. Ya no. Después de leer las entradas a las que he hecho referencia me he dado cuenta de que es pura y simple incapacidad intelectual.

Todos estos individuos comparten una triste, amplia y extendida ignorancia: no pueden comprender lo que leen, porque ni tienen vocabulario, ni conocen la gramática. Las oraciones subordinadas les suenan a falta de libertad (¡fascismo!) y piensan seguramente que una  oración adversativa es un rezo para circunstancias difíciles (¡la religión es el opio del pueblo!)... En cuanto a las conjunciones, posiblemente sólo les suenen las astrales. Lo dicho en el título, creen que semántica y sintáctica son dos apodos de chica.

En consecuencia es imposible que puedan seguir un razonamiento medianamente complejo y mucho menos argumentar en contra del mismo. No han rozado el Trivium, aunque es posible -e incluso probable- que cuenten con alguna licenciatura y, si me apuran, algún  máster.

Y por si semejante carencia no fuera suficiente tienen aún otra más: su nivel de lógica está a la altura... de la fosa de las Marianas. Y así, creen que si A implica B, entonces NO A implica NO B... O que si el porcentaje de coches rojos es el 15% y el de autobuses rojos el 11% el porcentaje de coches y autobuses rojos es el 26%... y no les hables de matemáticas, ¡qué horror, qué vulgaridad, qué poco útil!. Su trayectoria formativa tampoco pasó por el Quadrivium.  

Así les va. Así nos va. Lo más triste de todo es que este tipo de individuos es cada vez más numeroso y está representado, ampliamente, en los más diversos sectores de actividad y de influencia. Sin duda representan el triunfo de una enseñanza sin traumas, sin deberes, sin notas, sin esfuerzo, sin memorizar... sin conocimientos.  Eso sí, muy igual. En la ignorancia.

Y para quienes sí saben lo que es el Trivium y el Quadrivium, y dónde estaba la música en ellos, y que la música es la emoción de las matemáticas, ahí van las variaciones Golberg, interpretadas al clavecín.








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