La buena educación




Estos días estoy de nuevo en una fase de cambio profesional, tras poco más de un año en un puesto que ha sido interesante, desafiante y muy, muy intenso.

He aprendido muchas cosas, he podido aplicar otras que ya sabía y he hecho nuevas relaciones profesionales y personales que, espero, me durarán toda la vida.

A la hora de cerrar las cajas para irme al próximo puesto, me reafirmo cada vez más en la misma idea: el mundo funciona porque la mayor parte de la gente, la mayor parte de las veces actúa bien, en el sentido moral de la palabra. Son las personas las que logran el éxito o determinan el fracaso de los proyectos.

Un equipo funciona por el liderazgo de quienes lo dirigen y la contribución de todos los que lo integran. Y conseguir esa contribución con entusiasmo, con dedicación, con ganas, depende esencialmente de las cualidades humanas de todos y, fundamentalmente, de quienes dirigen.

La vida no es una clase y el trabajo no es un aula. Un coeficiente intelectual espectacular, un expediente académico de 10 capacitan para muchas tareas pero no son en absoluto garantía de nada a la hora de dirigir personas, si no van acompañadas de humildad, empatía y consideración. O sea, de "buena educación". De la buena educación de nuestros abuelos.

Creer que nadie sabe más que tú, esperar que nadie te lleve la contraria, suponer que quien no está de acuerdo contigo es por ignorancia o mala fe, preferir el halago a la verdad, son comportamientos que resultan letales a la hora de dirigir personas. Y sus efectos se ven rápido, por mucho que quieran enmascararse detrás del poder o la imagen pública.

Dar las gracias, reconocer el mérito ajeno, escuchar las ideas de los demás, compartir los éxitos, asumir la responsabilidad de los fallos... todo eso es lo que genera la cohesión de un equipo en torno a quien lo dirige. Y no son tareas que puedan delegarse.

Y contar con una jefa así ha sido determinante para que esta etapa que acaba de terminar haya sido extraordinaria. ¡Gracias desde aquí a ella y a todo el equipo!







Comentarios

  1. Lucia, ¡qué gran y sencilla reflexión y que cierta es¡

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  2. No puedo estar más de acuerdo. No admitir una opinión contraria desde mi punto de vista es poco profesional y fomenta la mendacidad. Ya lo dicen los sabios "los buenos jefes se rodean de gente que saben y los otros de pelotudos".

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LEC

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